SOMOS CARNE

Egoísta. Pesimista. Absurdo. Inútil. Y aún así no callo. Y aún así no paro. Porque es imposible dejar de mascar el ruido que te persigue, que rasga, que araña, que susurra detrás de la oreja y corroe como la rata en el cubo de metal. Percibiendo la existencia en lo más simple y sencillo de la conversión al producto. Que como gallinas en una jaula nos ponen a reventar con el tubo en la garganta y sin embudo. Nos clavan el puño hasta las entrañas. Un puño relleno de media, de entretenimiento, de miedo, de influencers, y twitch, y videojuegos, imagenes, videos, el baile, el tinder, el follar, la imagen, la ropa, el anuncio, el bloqueador de anuncios, la complejidad, retorcido, turbio, oscuro, sonidos, colores, risas, falsas, falsos, ideales comprados, luchas compradas, estados comprados, todo es una puta rueda que no para y no para y nos pisotea hasta la agonía del mismo sufrimiento. Y lo quieres vomitar pero no puedes; porque eres eso: un trozo de carne en una jaula que mantienen con vida. La vida que alargan para que sigas gastando sin poder llegar a final de mes. Eres un número que desconocen, que ignoran, que aborrecen. ¿Quienes? Eso que más da. Porque no cambiaremos nada. Ya lo tienen todo pensado. Y si has llegado a leer hasta aquí, sentirás que tienes la necesidad de que termine. Porque estoy ocupando demasiado de tu tiempo, y necesitas volver a la rutina, a las apps, a la droga que te ciega. Porque sabes que es verdad. Que tú también escuchas ese ruido. Y que al igual que yo es mejor someterse y cortar una sonrisa con las tijeras. El chiste de la vida. El bilis del placer.

ETERNO

Es la maldición del creador, que corroe las entrañas en búsqueda de la saciedad del ser. ¡DEL PERSISITR! Buscando el significado de inmortalidad y arte. Desprendiendo de si los quiebros del alma. Y es costoso y es cansado y es incluso agotador. Cruel. Absurdo. Engañoso. Y sigues luchando. Permaneces. Rasgando. Royendo el horizonte para crear la brecha del significado. Pero estás allí. Y cuando sigues firme, sujetando el hierro entre las manos, sientes la inexactitud del tratado que una vez firmaste con tu cliente. Te cuestionas, te preguntas. Recuerdas el porqué de la aguja que convierte el lienzo en perpetuo. Y a cada trazo la tinta es la finalidad de un destino que a ojos de dios no quedará más que en un breve soplo de las cenizas.

GOZO

Brizna fresca doblaba los porticones de la villa y un baño de cobre desnudaba a los niños en el sueño del atardecer. Solo quedaban ecos de los juegos y los gritos de las plazas. Y eran los gatos, cautos y pacientes, quienes seguían la sombra desde sus rincones. Ella, esbelta y cubierta en el manto oscuro, deslizaba sus pisadas en la hierba fresca de la penumbra del bosque, solamente dejando el rastro del vacío. Y es que era bien sabido que el hijo del cacique tenía costumbres extrañas. De él se chismorreaban historias y murmuraban cuentos. De él se acusaba de locura y falta de fe. E incluso los más atrevidos decían, de él, haber visto rituales clandestinos junto a los fuegos de las fraguas de la fábrica.

La túnica quedó a un lado cuando llegó al claro, e impregnado con la luz azul esperó en el silencio de los árboles. Nervioso e impaciente, se preguntaba si aquella noche ella acudiría. Y su corazón dolía mientras su esperanza perduraba en el puño pietro, tratando de adivinar los dibujos del viento en el reflejo del estanque. Luna llena. Siempre luna llena. Y fue el anuncio del sonido de la rama lo justo para avistarla. Las altas hierbas danzaban y las hojas acariciaban. Y su aspecto perduraba en su suave piel desnuda, en su cabello vasallo del ondeo del pasado, en sus labios que sellaban los misterios del futuro, y en las fértiles caderas que encaprichaban las palabras del presente. Y con los ojos cerrados llegó hasta la gran piedra, y con los ojos cerrados posó a esa hora. El chico quebró la cautela al reencontrar su elegancia, su belleza. Al olfatear la divina esencia de su ser. Y se sentía tan asustado cómo la primera vez, cuando su corazón latía con ímpetu por cada paso, mientras ella, en la quietud del pensamiento, aguardaba. Y cuando posó su temblorosa mano en la fría mejilla al fin sus ojos se atisbaron, y ya no pudo alejarse. Y hechizado por el deseo eterno arrancó su camisa del pecho y lanzó sus ropas al azar. Y desnudo y tórrido la abrazó para no soltarla, para postrarla en el suelo, para dominar su alma al hundir, y rasgar, y morder, y besar. Y el chico no quería que terminase, y con cada embestida la penetraba con más fuerza que la anterior. 

PERO ELLA CALLABA. Y CALLABA CON LA SONRISA DE LA MALDAD. DE LA INCÓGNITA. DEL VERSADO. DEL EGOÍSTA. Y SEGUÍA OBSERVANDO EN LOS OJOS EL BAILE DE LOS ROCES. AGUANTANDO SUS GEMIDOS EN EL ESPEJO DEL BRILLO PERLADO DEL SUDOR. 

Y el chico no recordaba el tiempo pasado. No recordaba las veces había llenado ya su vientre. No recordaba sentir el gozo. El chico ya no recordaba. Y al despertar la doncella se mudó en la loba blanca que había descubierto tiempo atrás y regresó con calma al amanecer.

Lunas llenas resguardaron su secreto, pero la loba no envejecía mientras el joven se convertía en hombre. Y como los demás hombres, éste se casó y preñó a su esposa con los descendientes del mentiroso que residía en sus noches. Pero la germinación de la locura apareció cuando solamente el silencio se mostró en la piedra. Esperó días. Caminó semanas. Pagó a los cazadores, y prometió la mano de su hija más preciada a aquel extranjero que la encontrase. Pero aún así nadie regresó con la respuesta anhelada, y él perdió la esperanza en la comprensión de su vecina muerte. Luna llena, y emprendió el camino de la vejez. Llegó al claro en soledad, y permaneció en las sombras hasta formar parte de las setas y los pinos. Espectador de la congregación de decenas de animales que, cómo él, acudieron a la festividad. Todos aguardaban la llegada de la anfitriona. Y fue el anuncio del sonido de la rama lo justo para avistarla. Las altas hierbas danzaban y las hojas acariciaban. Y su aspecto perduraba en su suave piel desnuda, en su cabello vasallo del ondeo del engaño, en sus labios que sellaban los misterios de la vida, y en las fértiles caderas que abarcaban el infinito del deseo. Y con los ojos cerrados llegó hasta la gran piedra, y con los ojos cerrados posó a esa hora. La fauna se agitó en fervor y se abalanzaron sobre ella sin el miedo inútil del joven chico ignorante. Uno a uno, los amantes yacían con ella mientras se convertía y postraba frotando codos y rodillas en la sacudida tierra. Y en el hedor de las pieles, en los rugidos, en la crueldad y en la naturaleza…

ELLA GOZABA. LA LOBA GOZABA. Y LA OSA GOZABA. Y LA CIERVA GOZABA. Y LA LIEBRE Y EL CISNE Y LA CABRA. Y CHILLÓ Y GOZÓ, Y SUS ABUNDANTES FLUIDOS IMPREGNABAN LOS GENITALES DE CADA UNO DE ELLOS. Y SENTÍA EL MAYOR DE LOS PLACERES. Y ABRAZABA Y RASGABA Y ABRIA PARA ABARCAR EL IMPOSIBLE DEL DESEO.

Terminaron. Torcieron sus rostros. Centenares de ojos brillantes sopesaban la humillación. La humillación a un viejo ridículo y arrugado que avanzaba hasta su antigua amada en llantos. Sin apenas fuerza trataba de asumir el fallo de una erección, sólo tras un esfuerzo patético consiguió notar el frío calor. Pero con él no gozó. Simplemente, de nuevo, sonrió. Y el abuelo, loco, enfurecido y cayendo en el vació de la desesperación, no pudo sino seguir penetrando, y siguió hasta derramar el estéril vacío en el vientre.

Una brizna cerró los porticones de la villa, y las llamas cubrían el bosque en un baño de bronce. Un viejo estúpido con una antorcha regresaba de entre los arbustos, sonriendo, sin placer, sin gozo.

Ilustración de @inkedbyartdreita.

LA BELLA CATALUNYA

La vella Catalunya mor.

La vella Catalunya de la posguerra i les pessetes. Del «ja sóc aquí«. De la Convergència i del Pujol. De les Olimpiades i la rumba.  La Catalunya de les nits de Barça a TV3. La d’en Cruyff, d’en Puyol i del Guardiola. La Catalunya de les Teresines, de Plats Bruts, de la Memòria dels Cargols, del Terrat, del Tricicle, d’en Buenafuente i d’en Palomino. La vella Catalunya del Club Super3 i el Petri, el Tomàtic i els «anys i anys«. La Catalunya del entrepà, de la muntanya i del fuet i el formatge. La del caga tió, la dels genolls pelats, el Floquet de Neu, i dels rodets de fotos i les cintes de vídeo. La vella Catalunya dels Pets, de Sau i de Sopa de Cabra. La Catalunya emocionada per el proper 2000…

…i ella mor.

I portem 20 anys vivint en una Catalunya nostàlgica. Una Catalunya depenent del seu passat. Decadent. Xocant amb el pas del temps i inconformista amb el present. I que crida als carrers per una il·lusió, per un motiu, per una independència que será per a una altre.

La Catalunya dels smartphones. La de Instagram, Twitter i Twitch. La Catalunya dels influencers i els gamers. La Catalunya de la diversitat de cultures i llengües. La del pa amb tomàquet, de la pizza i del dürüm. La Catalunya del reggaeton, de Razzmatazz, i de Apolo. La Catalunya del skate i dels patins elèctrics. La del euro, del consumisme i de pagar amb el mòbil. La Catalunya de la comunitat LGTB, del feminisme i de les lluites socials. La Catalunya del canvi climàtic i de la globalització. La Catalunya del futur incert…

…i aquesta jove Catalunya es queda.

EN LAS PELIS TODO ERA MEJOR

 «El sexo es el nuevo capitalismo y la ilusión su moneda de cambio»

Deslizas el dedo. Aparece una persona reflejada en la pantalla. Aparece un nombre. Miras sus ojos. Miras su sonrisa. Miras su pelo. Miras sus piernas. Miras su barriga. Miras sus pechos. Imaginas follando con ella. Te gusta. La aceptas. Han pasado dos segundos. Deslizas a la derecha. Aparece otra persona reflejada. Aparece un nombre. Miras sus ojos. Miras su sonrisa. No te gusta. Deslizas a la izquierda. Ha pasado un segundo. Ella aparece. Miras sus ojos. Te gusta. Miras su sonrisa. Te gusta. Miras su pelo. Te gusta. Miras sus piernas. Te gusta. Miras sus pechos. No los muestra y te gusta. Y lees su descripción. Y deslizas a la derecha. Y sucede algo. «MATCH«.

Tus pupilas se dilatan. Te emocionas. Dices algo ingenioso para no parecer uno más. Para tratar de destacar entre los miles de chicos expuestos en las estanterías de ese enorme supermercado. Y ella te sigue el juego. Y sonríes, nervioso y asustado en cometer ese error. Pero va bien. Va genial. Os pasáis los números de teléfono y durante unos pocos días habláis. Quedáis. Es mejor en persona. Y os gustáis, lo notas. La cerveza refresca vuestras gargantas y piensas en el después. Y la besas y te besa. Y llegáis a la cama y pierdes el paso del tiempo cuando cierras esa puerta.

Seguís hablando, seguís quedando, seguís follando. Y cada día te sorprende. Y aparece la dichosa ilusión y la perezosa costumbre. Dejas de deslizar a los pocos días. Porque ella es suficiente. ¿Pero tú eres suficiente? Dejas de pensar y te dejas llevar. Y te arriesgas y te confías y piensas en decirle esas dos palabras y desaparece.

Adiós. Ya no está. Fue bonito mientras duró. Y descubres el vacío que siempre había estado allí. Y descubres que el amor lo llenaba. Y descubres que el sexo era la excusa. Y pasan los días. Todo sigue igual. Un día te hartas.

Deslizas el dedo. Y ella no aparece. Pero miras sus ojos. Miras su sonrisa. Miras su cuerpo. Y te gusta. Y deslizas a la derecha. No pasa nada. Pero sigues. Y repites. Y follas. Y besas. Y quedas. Y deslizas. Y nombres. Y caras. Y a la mierda. Y te das cuentas que tú eres uno más. Uno más que ríe. Uno más que desaparece. Uno más que disfruta. Uno más enganchado. Enganchado al sexo, enganchado al recuerdo, enganchado a la ilusión del amor.

PREGUNTAS BOMBA

«¿Qué tal?   ¿Todo bien?   ¿Cómo estás?»

Nosotros, ignorantes, víctimas de la curiosidad y de preguntas inocentes, cargadas de un matiz profundo que el receptor no ha pedido. El subtexto lo conocemos todos: ¿Eres feliz? ¿Estas satisfecho con tu vida? Cuestiones incómodas que deberíamos plantearnos de vez en cuando para tratar de detectar esos males que nos perturban. Pero decidimos no hacerlo; la mayoría decidimos responder con un «bien» sistemático.

Así pues, con la costumbre de meditar durante mis paseos por el parque junto a mi perro, me hice dicha pregunta mientras le lanzaba la pelota y trataba que no comiera algunos trozos de pan.

¿Qué es aquello que llamamos felicidad? ¿Cómo podía saber si era feliz sin saber el significado de tal palabra? En ese momento me sentí en una situación tan descabellada como preguntar el nombre de una calle a una persona que no lo conoce aún habiendo caminado por ella diariamente. Así pues: ¿Qué es la felicidad?

Durante unos minutos estuve estuve buscando momentos en los que me había sentido feliz para tratar de relacionar esa palabra con ciertos sentimientos comunes. Todos los recuerdos se asociaban a reír con amigos, amar a mujeres, ganar dinero a fin de mes, viajar, vivir nuevas experiencias, etc. Estaba seguro que cada uno de esas situaciones habían cumplido su función, aunque por otro lado, no sentí la misma sensación de felicidad sopesando individualmente. Seguía sin tener una respuesta clara.

felicidad
Del lat. felicĭtas, -ātis.

1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física.

2. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz.

3. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos.

La señora RAE define la felicidad en estos tres puntos. Punto uno: «estado». Es decir, para decirlo de otro modo: la felicidad viene y va. A veces somos felices, y otras veces no. Sin embargo, sentía que la RAE apenas se había mojado ni acercado al significado real en ninguno de sus puntos. Y mi cabeza se hacía más preguntas que ante, pero en el punto tres indagué una solución: en caso de no encontrar la esencia de la felicidad busca su opuesto. Volví a mis recuerdos y anécdotas, esta vez a los peores que había experimentado: pérdidas, enfados, desamores, problemas familiares, etc. Por esa lógica, deduje que cuando uno siente una de estas emociones no es feliz, sino infeliz. ¿Existe un punto medio entre esos dos estados? ¿Hay un máximo y un mínimo?

Hagamos un paréntesis aquí. Desde que en mi adolescencia tuve una crisis existencial, he creído que el sentido de la vida es buscar la felicidad. Y cuando digo buscar la felicidad entendedme que este propósito reside en cada una de nuestras acciones, por pequeña que sea. Es cierto que a veces llevamos a caso acciones que no nos gustan, pero lo hacemos por un beneficio que nos ayudará a alcanzar ese estado en un futuro. Y decidimos tratar de evitar un estado de infelicidad por naturaleza.

Así que ya tenía algo. La felicidad y la infelicidad son estados de animo variantes que experimentamos a consecuencia de acciones que ocurren en nuestra vida. Estos estados no tienen límite ni punto medio pues son estados diferentes y efímeros que se relacionan con nuestro bienestar y el paso del tiempo. La ausencia de uno no será comparable al aumento del otro. No se trata de un vaso lleno o vacío, ya que no puedes calcular algo que está en constante transformación y que no tiene límites. La pregunta no es «eres», sino «te sientes». Y la respuesta será referida a un estado único, inmediato e irrepetible.

«¿Te sientes feliz?»

En un estado de confusión pero satisfacción por haber llegado a algo cercano a una conclusión volví a casa y le di de comer al perro, a ese ser que no se cuestionaba la esencia de sus acciones y que movía la cola por cualquier estupidez.

LA MALA INFLUENCIA

Hace un par de meses vi en Netflix el documental Struggle: La vida y el arte de Szukalski. Un film maravilloso que recomiendo a muchos, en el que se cuenta la vida del gran pintor y escultor polaco, cuyo nombre pasó desapercibido a causa de la destrucción de gran parte de sus obras durante la Segunda Guerra Mundial. En un punto del documental el artista muestra su rechazo hacía el uso de los cánones de belleza, y en cierto modo, a ser influenciado por otros artistas. Defendía férreamente que un artista debía mantener su estilo innato a lo largo de su carrera y desarrollarlo en un extremo desconocido.

Esta genial idea me recordó a otro gran artista del siglo XX, el cual deconstruyó sus obras durante toda su vida para tratar de encontrar su propia esencia: Pablo Picasso.

«En aprender a pintar como los pintores del renacimiento tardé unos años; pintar como los niños me llevó toda la vida.»

Pablo Picasso y el cubismo han sido uno de los grandes referentes del mundo artístico en las últimas décadas. Te guste o no, este movimiento refleja la liberación moral hacía los estándares de proporción que te enseñan durante largos años en las escuelas de dibujo y arte, pues en este movimiento rechazan las normas y apoyan el ejercicio de los instintos inconscientes del artista.

Struggle_Szukalski.jpg

Fue en primaria, cuando yo aún era un niño que absorbía como una esponja todo aquello que me rodeaba, dónde empece a despuntar entre los demás alumnos en mi habilidad hacía el dibujo e incluso la literatura. Recuerdo escribir a corta edad un cuento ilustrado por mí mismo que la profesora pidió que lo leyera en la aula. Aún así no tengo recuerdo del argumento o de los dibujos que contenía. No recuerdo cuál era mi propio estilo.

Los siguientes años descubrí el mundo de fantasía gracias a las películas de El señor de los anillos y algunos juegos de rol. Y todo mi estilo derivó a dibujos de dragones, soldados y caballeros. Pasarón otros años y ya en secundaria y parte del bachillerato me vi influenciado por el manga tras la lectura de multitud de cómics.

Como podéis entender, poco a poco mi estilo de dibujo fue cambiando debido a numerosos referentes. Y a mis veinte años entré a estudiar ilustración en una academia de arte, y fue allí, en el primer día, cuándo el profesor nos hizo la gran pregunta. Una pregunta que quedaría grabada en mi memoria desde entonces:

«¿Cuales son vuestros referentes?»

Me quedé en blanco. ¿Debía conocer mis referentes? Nunca me había interesado por los artistas que estaban detrás de todas esas obras que inconscientemente me habían influenciado. Y más allá de algunos de los grandes pintores estudiados en historia del arte, no recordaba nombre alguno. Así pues, avergonzado, fui el único en dejar vacía esa parte de la hoja. Y me sentí mal por ello; por ser diferente.

A lo largo del curso comencé a interesarme en nuevos artistas que otros alumnos me mostraban, y poco a poco conseguí tener una pequeña biblioteca mental con varios nombres. Aunque fueron algunos de estos compañeros que me rodearon los que más me influenciaron. Hasta el punto de tener miedo de copiar su estilo. Usar la misma técnica con las sombras, la misma paleta de colores e incluso dibujar los personajes del mismo método que el mejor de clase.

Fue allí donde no reconocí mi estilo. Me sentía cómodo observando la mejora en mis resultados ¿pero hasta qué punto se diferenciaba haber adquirido técnicas de mis referentes y el haber copiado de estos? Y llegamos de nuevo al punto en el que veo el documental y recuerdo a Picasso y mi absurda duda. Llegamos al punto en el que abro carpetas con viejos dibujos y observo grandes cambios entre unos y otros siguiendo una evolución positiva. Veo en mi estilo «único» una gran mezcla de estilos diversos de otros artistas. Y veo en ellos el mismo procedimiento que yo.

Todo artista, a lo largo de la historia, se ha visto influenciado por hechos. Por visitar un museo a temprana edad, por haber experimentado la crueldad de la guerra o incluso por haber vivido la moda de una década. Los referentes no tienen nombres. Es por ello que a día de hoy sería incapaz de escribir en una hoja de papel todos aquellos que han producido un cambio en mi estilo. Y seguramente Szukalski y Picasso serian incapaces o inconscientes de todos aquellos que les influenciaron.

Porque la creatividad es algo distintivo en la humanidad. Gracias a ella tenemos la necesidad de pintar de un color u otro las paredes o vestirnos con una prenda de una forma u otra. Son los errores y la búsqueda de la autocomplacencia la que nos ha conducido a día de hoy a tener una identidad propia.

Así pues vuelvo al callejón sin salida y me pregunto de nuevo:

¿Debemos luchar por mantener un estilo puro que huya de cualquier mínimo síntoma de corrupción y trabajar en su evolución? ¿O debemos aprender de todo aquello que nos rodea y moldear nuestro estilo a los gustos propios y de la sociedad?